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Mucho se escucha de la importancia y exigencia de la igualdad de género, pero también de la equidad de género, y pareciera que los dos términos significan lo mismo. Lo cierto es que ambos conceptos se tocan y son necesarios para la construcción de una sociedad incluyente, tan necesaria en términos de bienestar y cohesión social.
Para comenzar, igualdad es un término amplio con el que se alude a un trato no diferenciado, sin privilegios ni perjuicios, para todas las personas, independiente de su grupo de población, sexo, religión o condición social. La RAE lo recoge como: “Principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones.” Más relevante aún es que la igualdad aparece como un derecho consagrado en la Declaración universal de los Derechos Humanos, el documento más poderoso contra la opresión en la historia de la humanidad.
La equidad, por su parte, es la forma de administrar lo justo, de manera imparcial, equitativa. Una interpretación recogida por la RAE, como “disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece”, aplicable también en el marco de la justicia social.
El posible problema radica en que lo “justo”, si no se basa en indicadores y datos objetivables, se presta a la deriva opuesta a la que inspira el principio de igualdad. Es decir, puede, consciente o inconscientemente, favorecer e incluso legitimar diferencias de trato que resulten discriminatorias.
Veamos qué ocurre cuando aplicamos esa visión subjetiva de “lo justo” a los grupos de población femenina y masculina.
Imagen ilustrativa de igualdad de género
En términos de género, es necesario ubicar ambos conceptos en relación a la distribución de oportunidades entre hombres y mujeres. Según el glosario de ONU Mujeres, la igualdad de género se refiere “a la igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades de las mujeres y los hombres y de las niñas y los niños”. No significa que las mujeres y los hombres sean iguales, sino que los derechos, responsabilidades y oportunidades no dependerán de si nacieron con determinado sexo. Además, implica que los intereses, necesidades y prioridades de ambos grupos se toman en cuenta en todos los ámbitos de la vida.
Otro aspecto importante en esta definición es que la igualdad de género no es un asunto exclusivamente femenino, sino que concierne e involucra tanto a los hombres como a las mujeres. Agrega, además, que la igualdad entre todas y todos se considera una cuestión de derechos humanos y un requisito a la vez que un indicador del desarrollo centrado en las personas.
Por la parte de equidad, el glosario de ONU Mujeres establece que “la equidad de género contiene un elemento de interpretación de la justicia social, generalmente basada en la tradición, costumbres, religión o cultura, más frecuentemente en detrimento de las mujeres”. Se muestra rotundo además al afirmar que “ese uso de la equidad con respecto al adelanto de las mujeres es inaceptable”.
Estos motivos impulsaron que a partir de la conferencia de Beijing, en 1995, se acordase utilizar el término “igualdad”. Así, la terminología preferida dentro de las Naciones Unidas es igualdad de género, en lugar de equidad de género.
La visión de la “equidad” como construcción cultural ha generado que históricamente la mujer haya quedado confinada al ámbito de lo doméstico y del cuidado familiar. Una visión masculina que aún lastra la visibilidad y el progreso de las mujeres en todas las áreas de desempeño.
Es así como la igualdad de género tiene por misión disolver esa visión privilegiada de lo masculino como verdad universal, en favor de una igualdad de derechos, de oportunidades y de responsabilidades entre mujeres y hombres. Un objetivo que debe hacerse realidad desde la misma infancia, de modo que el sexo de nacimiento no sea en ningún caso un impedimento para el desarrollo personal, económico y social.
Un cambio que depende de la vocación política y del compromiso colectivo por un mundo inclusivo en el sentido más amplio. Afortunadamente, las ciudades, a través de las administraciones municipales, están cada vez más implicadas en promover la igualdad como pilar de bienestar de las personas.
El proyecto AVANTIA, “Avanzado hacia un transporte por la igualdad y el ambiente” es una manifestación concreta de esa voluntad en la ciudad de Bogotá, una visión que se traduce en unos objetivos de Igualdad que persiguen:
AVANTIA, es un proyecto de cooperación global de movilidad sostenible con visión de género. Por una convivencia metropolitana donde todos y todas tengamos las mismas oportunidades.